De profesión, militante cultural
Cineasta, poeta, músico, actor, promotor cultural y director de Ediciones Pentagrama, la exitosa empresa disquera independiente de México. Modesto López está próximo a finalizar el documental “Todavía cantamos”, y aquí repasa su carrera y su vida, digna de un trovador medieval que agotó los senderos de nuestro continente.
“Mi nombre es Modesto López, nací en Lugo, España. Una de las cuatro provincias gallegas y a los cinco años llegamos a Argentina con mis padres”.
-¿Por qué sus padres deciden emigrar?
Por la difícil situación en la España de la posguerra. Mi padre, había estado preso, cuatro años en la cárcel de Gijón. La situación económica no era buena y logramos viajar en un barco de carga, adaptado para pasajeros. Era lo más barato que había en aquél entonces y nos vinimos para acá. Mi padre tenía unas hermanas acá que habían sido entregadas a una familia como empleadas domésticas. Ellas reclamaron a mi padre y aquí llegamos.
-Decía que a su padre lo llevan preso en España.
Sí. Al finalizar la guerra se llevaron a varias personas que no se habían plegado a las fuerzas franquistas. Luego sale, va a trabajar al campo, pasan unos años, se enamora de mi madre...Cuando llegamos mi mamá trabaja en una textil y mi papá limpiando pisos y lavando copas en un bar. Luego, con un poco de plata que le prestan mis tías logra comprar un boliche abandonado a una cuadra de la cancha de Boca. Ahí me crié hasta los catorce años. Pase mi niñez en Brandsen e Irala.
-Su madre todavía vive...
Mi madre vive aquí en San Telmo, va a cumplir noventa y dos años. Vive sola, no quiere que nadie la acompañe.
-Hablemos del exilio. ¿Al comienzo de la última dictadura se va a México?
No, me voy en el año ’68 a Ecuador. Allí vivo un año y después vuelvo al país y más tarde me voy a México.
-¿Era militante?
Sí. Trabajaba en el sindicato de actores. Soy actor, estudié en el Teatro Casacuberta, la última escuela del Fray Mocho, que luego desapareció.
-¿Por qué emigra?
Tuve tres amenazas y fueron a buscarme a la casa de mi madre. No tenía dónde vivir, tampoco tenía trabajo. No tenía cómo... Al haber hecho giras por América Latina con el grupo de teatro y de títeres, el Grupo Siripo, tenía muchas amistades en América Latina y en Ecuador, especialmente. Así que me fui a vivir allá un año. Armamos un espectáculo con Manuel Capela, un cantante y compositor uruguayo, que estaba exiliado en Ecuador y salimos a recorrer América Latina con un espectáculo que hacíamos. Ahí entre gritos y guitarrazos llegamos a México.
-Volvamos hacia atrás. De Brandsen e Irala al Teatro Casacuberta hay una distancia. ¿Cómo es su acercamiento al arte, más concretamente al teatro?
Yo era una persona muy de barrio con todo lo que conlleva para un niño de esa edad, peleas, fútbol. A los trece años comencé a trabajar en una fábrica de engranajes para cajas de velocidad. Engranajes, Rossi y Moscatelli, todavía está en Solís y San Juan. Estudiaba de noche y lo único que me gustaba era vestirme bien, bailar y jugar al fútbol.
Por esa época, entra a trabajar en la fábrica un muchacho, muy interesante, Alfredo Gravina. Y comenzó a acercarme libros. Al principio los miraba y nada más. Trajo un libro de Neruda. El escribía, con los libros que me acercaba comenzó a entusiasmarme para que escribiera. Por otro lado, insistía siempre con qué hacía yo de mi vida. Me dijo que quería estudiar teatro. Eran mentiras, él no quería estudiar, pero fue conmigo. Durante unos días comenzó a ir y cuando vio que me entusiasmé, dejó. Allí mi vida comenzó a cambiar, ver otras cosas. Empecé a militar.
-¿Cómo surge la militancia?
Habían matado a un amigo cerca de mí durante la movilización en el Congreso de la Nación, a principios de los sesenta, porque el gobierno quería mandar tropas a Santo Domingo. En la militancia fui integrándome con gente como Oscar Martínez, Alberto Segado y creamos la Asociación Argentina de Estudiantes de Teatro que nucleaba como a mil quinientos estudiantes de todo el país. Allí se ocasionó la primer huelga de la Escuela de Teatro, que ahora es el IUNA. Ahí me asumí como militante cultural.
Después, caí preso. Estuve dos meses y medio en Devoto en la época de Onganía. Mi opción siempre fue ser un militante de la cultura. A los veintidós años me asumí como tal. Especialmente, al regreso del congreso por Vietnam en Finlandia.
-Al momento que comienza a viajar al exterior, ¿qué realidad encuentra y cuál es la comparación que establece con lo que pasaba en el país?
Viajo inmediatamente después del Cordobazo. Me encuentro con gente de otros países, nos hicimos amigos de guatemaltecos, que venían de la guerrilla en su país, cubanos, franceses, españoles clandestinos y realmente empezamos a confrontar un montón de cosas. Luego, fuimos a la Unión Soviética y nos topamos con una realidad distinta que me provocó una crisis muy fuerte.
Al regreso quería saber quién era yo en este contexto y me fui a España, la España franquista. Me encontré con mi abuela. Parecía una tragedia griega, en medio de las aldeas.
Allí también me vinculo con el grupo Los Goliardos. Un grupo que hacía las cosas de manera tal que el que tenga que entender, entienda y el que no, que no entienda nada. Con ellos viví la experiencia fantástica de hacer un teatro militante con mucha inteligencia, en medio del fascismo de Franco. Ahí comenzó otra etapa de mi vida.
- ¿Qué etapa?
Cuando vuelvo decido que tengo que investigar mis orígenes, campesinos semi analfabetos, también cómo fue mi padre y decidí recorrer América Latina. Arranco en el año ’71 con cien dólares en el bolsillo y una cámara fotográfica. Fui buscando los acontecimientos culturales y políticos de los lugares. Camino, escucho, tomo. Muchas veces solo.
Me alojaron amigos como Víctor Jara, Chase Marí, el gran poeta panameño; Enrique Buenaventura, un grande del teatro en Colombia; Atahualpa del Chopo de Uruguay. Así llegué a México. Allí conozco a la gente del Teatro de Aztlan, el Movimiento Campesino de Teatro Mexicano. Con ellos en EEUU participo de un encuentro de teatro chicano y a través de un amigo hago contacto con Los Panteras Negras y logro entrevistarlos. Este viaje duró ocho meses y fue muy fructífero.
¿En qué año parte al exilio?
Fue en el año `78. En México me encuentro con mi actual compañera, Marta, y decido quedarme. Por suerte al poco tiempo de estar allí, una gente conocida me invita a trabajar en un sello grabador de música de izquierda, que editaba todo lo que era la nueva Trova Cubana. Allí retomo la idea de crear un sello grabador. Un sello grabador independiente que contribuya a desarrollar el pensamiento del hombre.
Pentagrama.
Sí. Ediciones Pentagrama. El 6 de octubre estamos cumpliendo treinta y un años. Tenemos un catálogo de más setecientos títulos de música de América latina, como cuarenta y pico de documentales que distribuimos. Siempre digo que el sello Pentagrama existe por los amigos, sino sería imposible que existiera.
-¿Por qué siempre la poesía?
Tal vez porque fue lo primero que se me acercó en este mundo a través de Alfredo, mi amigo de la fábrica. Dentro de Pentagrama tenemos la colección La Palabra, los poetas en su propia voz.
-¿Siguió escribiendo?
No, empecé a escribir otras cosas, artículos. A Marcos Ana, un poeta que estuvo preso veintidós años en la España franquista, le pregunté por qué no escribe poesía. Y me dijo: - Es tanto lo que tengo que escribir, que la poesía está en la vida.
-Por último, cuente de su último trabajo, el documental sobre el Coro Quiero Retruco.
He realizado varios documentales. Pero este nuevo me lleva una año y medio. El Coro Quiero Retruco, está integrado por ex presos políticos e hijos de desaparecidos. El documental se va a llamar Todavía Cantamos, la canción de Víctor Heredia, con ellos cierro el documental. Por fin reuní el dinero que me faltaba para terminarlo. La idea es estrenarlo en todos los lugares del país donde haya organizaciones sindicales.
-¿Por qué eligió esta temática?
Me gustó la cuestión, que siempre me da vueltas: porqué nos dividimos si somos tan pocos y creemos tanto. En el coro precisamente hay distintas tendencias, hay ERP, “Montos”, Peronismo de Base, Partido Comunista... Jorge, el director dice, el coro que mejor suena es aquel que suena como una sola voz. Por eso lo hago. Creo en ellos, la experiencia de ellos en la cárcel y la manera de observar la vida. Es un aporte y un desafío cantar como una sola voz.