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Fuente: Página/12
Salir de Pisa y sacar recursos de Vaca Muerta
Más de mil participantes tuvo el primer congreso convocado por Clacso, la Umet y los sindicatos docentes. La preocupación por la secundaria completa. Las críticas a la “obsesión comparativa”. El proyecto de dedicar el 8 por ciento del PBI a la educación.
Fue una pregunta con forma de propuesta. “¿La Argentina no tendrá que ir pensando en salir de las pruebas Pisa?”, lanzó Pablo Gentili, secretario ejecutivo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales. Mario Almirón, secretario general del Sindicato de Docentes Particulares, pidió llegar al 8 por ciento del PBI dedicado a la educación. Y Hugo Yasky, secretario general de la Central de Trabajadores Argentinos, sugirió atar el mayor financiamiento educativo a los recursos que se obtengan de la explotación de Vaca Muerta. Fueron tres de las propuestas del Congreso Más y Mejor Educación, que deliberó con más de mil participantes el jueves y el viernes en la Cámara de Diputados y en la Universidad Metropolitana.
El encuentro fue organizado por Clacso, la Umet, el Sadop, la Central de Trabajadores de la Educación de la República Argentina, los gremios Suteba y Ute, la Universidad Pedagógica y la Cámara de Diputados. Todos rindieron homenaje a Stella Maldonado, la secretaria general de Ctera que murió en octubre. Durante los dos días fue visible el contrapunto entre el recuento de logros desde 2003 y el planteo de desafíos hacia el futuro.
“Pasamos de discutir la escuela como refugio a discutir la calidad educativa”, resumió al abrir el congreso el presidente de la Cámara baja, Julián Domínguez, que llamó “verdaderos patriotas” a los docentes. Añadió que “siempre quedan cosas por hacer” y afirmó que la educación deberá responder a “un proceso más intensivo de industrialización” y a la necesidad de “desconcentrar geográficamente la Argentina”.
El rector de la Unipe, Adrián Cannellotto, planteó como objetivo “que el deseo de los alumnos sea el deseo de conocer”.
La diputada por el Frente para la Victoria Mara Brawer dijo que “muchos quieren hacernos creer que la educación es una cuestión técnica y que no forma parte de una política”. Señaló que “la escuela de 2001 no es la actual, con 40 millones de libros distribuidos y las netbooks entregadas y conectadas”.
El rector de la Umet, Nicolás Trotta, definió al congreso como “un hecho político que construye un colectivo capaz de seguir profundizando el debate sobre la educación” sin “darles la espalda a los trabajadores”.
Al margen de su propuesta de dedicar el 8 por ciento del PBI a la educación, Almirón dijo que el Sadop concibe una ampliación continua de derechos, porque “no sólo hay que garantizar la igualdad de oportunidades, como dice la concepción liberal, sino la igualdad de resultados, es decir el acceso y la permanencia en el sistema educativo”. Al cierre del congreso otro dirigente del Sadop, Daniel Di Bártolo, dijo que “la calidad no se mide solo por la cantidad sino sobre todo por la integralidad de aprendizaje, teniendo en cuenta por supuesto la inclusión educativa y la infraestructura y el salario escolar”. Relacionó esos objetivos con “el acuerdo básico de la paritaria federal docente que es instrumentar el primer convenio colectivo de trabajo para reivindicar la dignificación de los trabajadores docentes”.
“Esta escuela también es mejor porque en el patio un pibe dice que quiere ser Juan José Castelli después de ver a Zamba Formosa por televisión, y otro pide que en la torta de cumpleaños esté San Martín”, dijo el ministro de Educación, Alberto Sileoni. Según Sileoni, frente a la mejora educativa “la derecha es ignorante y responde con un pensamiento cómodo”.
El ministro recordó que la Ley 1420 era de 1884 pero que de ninguna manera la escuela fue laica, gratuita y obligatoria para todos pocos años después de su promulgación.
“Tal vez haya que tener un poco de paciencia, pero la secundaria obligatoria ya sancionada sin duda es un gran objetivo a cumplir”, dijo la decana de Filosofía y Letras de la UBA, Graciela Morgade, durante una de las sesiones en el auditorio de la Umet. La decana opinó que “pensar a la universidad como parte del sistema educativo no supone violentar ninguna forma de autonomía”, no sólo porque las facultades “reciben a estudiantes, y cada vez más gracias al ingreso irrestricto, sino porque son un lugar de producción de conocimiento al que hay que interpelar para que sea cada vez más significativo”. Morgade contó que en su facultad ya pasaron el CBC 120 estudiantes con Plan Progresar. “Un enorme desafío es que estos estudiantes puedan terminar sus carreras”, dijo. Luego pidió articular a los profesores universitarios con los institutos de formación docente.
Problema de soberanía
Yasky fue uno de los que discutió el concepto de calidad. “No hay calidad si la escuela secundaria deja afuera al 50 por ciento, como pasaba”, dijo. En su análisis del ciclo medio dijo que “los docentes tienen que tener como objetivo que ningún chico se vaya, así como los maestros de grado teníamos ese objetivo cuando los chicos dejaban la primaria”. Reivindicó la transformación de los sindicatos docentes en “interlocutores de los gobiernos populares para discutir no sólo las condiciones de trabajo sino sobre educación”. Al proponer que se estudie la chance de atar los recursos educativos también al yacimiento de Vaca Muerta dijo que así sucede en Brasil con el petróleo. Parte de las regalías del petróleo que se extraiga del lecho submarino será destinada, por ley, a salud y educación.
La pedagoga y diputada Adriana Puiggrós reforzó esas ideas. “Hay que transformar la secundaria para que retenga y al mismo tiempo es fundamental lograr acuerdos estables con los trabajadores de la educación para que la gente no diga que el ciclo de ascenso social pase por la escuela privada.”
Puiggrós introdujo un concepto al debate. “Tenemos en puerta un problema de soberanía educativa”, dijo. “Y no hablo de escuelas privadas como las parroquiales sino de la educación como oportunidad de grandes negocios al estilo del que encara el Banco Bilbao Vizcaya, que está penetrando en la educación secundaria con el uso de grandes capitales.”
Si el de los capitales es un problema, otro es el pensamiento único en educación. Gentili recordó que “incluso en la Guerra Fría América latina generó alternativas, como la pedagogía para la liberación de Paulo Freire, pero en los últimos diez años no apareció ningún proyecto nuevo frente a la idea tonta de que al derecho humano a la educación se le saque todo, hasta la justicia social”. La simplificación consistiría, ironizó Gentili, en “algo tan nuevo como la medición obsesiva de todo de cero a diez y la innovadora herramienta de calificar el estado de la educación a través de una sola prueba sorpresa a los 15 años”. Añadió: “Dentro de poco con esta obsesión por las comparaciones vamos a medirles el cráneo a los niños”.
Fue después de ese razonamiento que habló del método de medición Pisa, que establece un ranking internacional para la educación. “Yo recomendaría que la Argentina se retirara de Pisa, que sale caro, genera un negocio de 1700 millones de dólares cada dos años a los empresarios encargados de hacerlo y sólo sirve para humillar”, dijo. “Mejor veamos qué tenemos en común. Es fácil: la escuela pública. Entonces no importa medir quién corre más rápido. Lo que importa es estar y seguir avanzando. Vamos bien. Pasamos una década con muchas conquistas. Y porque hubo avances queremos avanzar más. Evaluemos, claro. Reconozcamos cuáles son los indicadores de calidad educativa saliendo de esta trampa. Definamos un indicador de calidad para América latina.”
Sonia Alesso, secretaria adjunta de Ctera, coincidió en que “no sólo se discute cuando pronunciamos lindos discursos sino cuando los sociales y del pensamiento se articulan y construyen nuevas formas de encarar los problemas”. Alesso, docente santafesina, dio ejemplos de temas para el futuro cercano: más jardines maternales y escuelas infantiles, concreción de escuelas de jornada completa, edificios donde se pueda practicar educación física y desplegar todas las manifestaciones del arte, que un maestro viva dignamente con un solo puesto de trabajo, eliminación de las aulas superpobladas, bajar las tasas de repitencia y el desgranamiento y seguir con la formación permanente, gratuita, universal y con puntaje en todo el país, “que es parte del primer acuerdo paritario”.
En el cierre del congreso, el viernes por la tarde, el secretario general del sindicato de encargados y presidente del consejo de la Umet, Víctor Santa María, dijo que “la Umet es la única universidad en el mundo de gestión sindical” y explicó que se debe a que “trabajamos sobre dos pilares, la educación y la cultura”. Definió a la cultura como el terreno de “la revolución de los cambios permanentes, de los hechos que trascienden y marcan a fuego a la sociedad y que por eso no pueden ser protagonizados por una elite”.
Roberto Baradel, de Suteba, elevó un punto para discutir. “En la provincia de Buenos Aires y en otras hay que poner el ojo en los sobreprecios que se pagan en infraestructura educativa”, dijo. También recordó el famoso gesto de Néstor Kirchner cuando al día siguiente de asumir, el 26 de mayo, viajó a Entre Ríos con su ministro de Educación Daniel Filmus y pagó lo adeudado a los docentes de esa provincia. “Pero lo importante es que después nos convocaron a las organizaciones sindicales y ahí pudimos sugerir primero una ley de financiamiento educativo y una nueva ley nacional de educación. Por eso hoy hay más chicos en escuela secundaria que hace 10 años.”
La clausura corrió por cuenta del jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, para quien “la inclusión en sí misma es un salto cualitativo para la persona humana” porque “si se desvirtúa esta lógica no habrá conciencia capaz de transformar la realidad”.
“El mundo es esencialmente injusto”, dijo Capitanich. “El uno por ciento de la población mundial concentra el 43 por ciento del ingreso. Eso se llama injusticia social. Por eso ahora uno de los grandes desafíos de la justicia social es erradicar el analfabetismo funcional: que la gente domine más de tres mil palabras, que no disponga de datos dispersos sino que los procese, que convierta los datos en información y la información en formación porque cuenta con un método de aprendizaje.”
“Gracias por reconocer logros pero también por aceptar desafíos”, dijo.
Un rato antes, en una de las mesas, Mary, docente jubilada de 66 años, había dicho que “dar clase es dar batalla” y que “no hay que ser soberbio pero no hay que achicarse”. Y un docente de Ute que se presentó como Pacho, de la única secundaria de la Villa 21-24, contó casi llorando que uno de los chicos, cuando reconoció que los profesores ayudaban a los alumnos a completar la secundaria, escribió que “uno más uno es dos, pero en esta escuela uno más uno es mucho más que dos”.