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Crónica del triunfo de Evo en Bolivia
La potencia plebeya y el horizonte de época
Cerca ya del cierre de los comicios una voz amiga alertó, aquel 12 de octubre en La Paz, que la boca de urna le daba a Evo el triunfo por el 62% de los votos. ¿Alcanzaría ese porcentaje para obtener los dos tercios en la Asamblea Legislativa? ¿Y el 70% que había pronosticado Morales? A los argentinos que allí estábamos y que habíamos actuado como observadores internacionales acreditados por el Tribunal Electoral, esas preguntas no nos inquietaban: en nuestro país, esa cantidad de votos hubiera significado una victoria completa y en toda la línea. Pero en Bolivia era otra cosa y así lo comprendimos rápidamente Gustavo Rollandi (**) y quien esto escribe, ambos enviados por la CTA para acompañar las elecciones.
De hecho, la sola posibilidad de contar con los dos tercios en ambas Cámaras habilitaría a pensar en la reforma constitucional sin impedimento alguno. Para la derecha esto no podía significar más que la reelección perpetua de Evo, pero para el presidente aymara la reforma posibilitaría un nuevo avance sobre la ampliación de derechos y una consolidación indiscutible del Estado plurinacional, amén de una habilitación para su reelección. Sin embargo, mucho antes de que estas posibilidades se materializaran con los resultados finales, los enviados de la CTA habíamos transitado por la previa electoral, esto es, la adaptación a los 3.600 metros de altura que hacen de La Paz la única ciudad del planeta que, para conocerla y dialogar con ella, primero tenés que prepararte en cuerpo y alma.
Y así fue. Llegamos el jueves 9 al aeropuerto de El Alto, a 4000 metros de altura, y ahí nos esperaba un asistente de Ariel Basteiro, histórico dirigente de nuestra Central y embajador argentino en Bolivia. Mucho líquido, poca comida, caminar despacio y hectolitros de té de hojas de coca fueron el santo y seña para los viajeros una vez establecidos en La Paz. El viernes 10 fuimos acreditados por el Tribunal Electoral y recibimos toda la documentación necesaria. Hubo una suerte de taller contínuo en el que un centenar de observadores provenientes de diversas organizaciones de Europa, de la Unasur, el Mercosur y la OEA, así como representantes de organizaciones sociales y sindicales, nos adentramos en los fundamentos jurídicos y constitucionales de la elección del día 12. El sábado 11, víspera tensa de los comicios del domingo, completamos los cursos y luego compartimos una cena de recepción, organizada por el Tribunal Electoral, en el histórico edificio del Hotel Torino, a media cuadra de la Plaza Murillo, y que tuvo como marco imponente una performance cultural y folclórica protagonizada por artistas locales.
El domingo 12 amaneció sin ruidos. Es que una disposición nacional establece que el día de la votación sólo pueden circular los vehículos autorizados por el Tribunal Electoral, al punto de que no hay vuelos comerciales ese día durante toda la jornada. Los ciudadanos se trasladan a pie hasta la escuela de su barrio o paraje donde votarán y esto le da al paisaje paceño una pincelada de color absolutamente inesperada porque todo el mundo pareciera extrañar el permanente repiqueteo de las bocinas en las calles y avenidas.
A las 07:30 ya estábamos en la sede del Tribunal donde tendría lugar la ceremonia oficial de iniciación de los comicios en todo el país. A poco de estar ahí arribó el compañero Álvaro García Linera, vicepresidente del Estado Plurinacional de Bolivia, junto con los integrantes de la autoridad electoral y varios ministros. Se trataba de una ceremonia protocolar por la cual, el Tribunal Electoral en pleno y el Vicepresidente del Estado, inauguraban la jornada cívica en la que participarían poco más de 5.700.000 mujeres y hombres empadronados, es decir, un millón más que en las elecciones de 2009. El acto finalizó cuando los presentes entonaron las estrofas del Himno Nacional. Los bolivianos, siguiendo una costumbre instituida desde el primer mandato de Evo, cantan el Himno alzando su puño izquierdo, mientras que apoyan la palma de su mano derecha sobre el corazón. Con respeto imitamos ese gesto y los acompañamos cantando con ellos el estribillo: “Morir antes que esclavos vivir”. Al cabo, un conjunto de observadores internacionales -todos perfectamente distinguibles por el chaleco oficial proporcionado por el Tribunal Electoral- nos movilizamos hasta la escuela “Agustín Aspiazu”, en el barrio de Sopocachi, donde poco después votaría Álvaro García Linera.
Cuando el “Vice” llegó al local de votación, además de la nube de periodistas que lo aguardaba también estaba la nube de argentinos. Eran militantes de diversas organizaciones que por nada del mundo se hubieran perdido aquella jornada histórica y que, pocas horas después, serían reconocidos públicamente por Evo durante su discurso en la Plaza Murillo. Hubo abrazos, fotos, autógrafos firmados por Álvaro y, por supuesto, mucho de esa atmósfera propia de las emociones contenidas que suele anticiparse a los triunfos populares. Los enviados de la CTA no fuimos menos y unos minutos antes de que García Linera votara nos fotografiamos con él a las puertas del aula donde estaba su mesa de votación. Gustavo Rollandi le dijo: “Álvaro, este es el abrazo que te damos, a vos y a Evo, en nombre de todas las compañeras y compañeros de la CTA”.
Con la retirada del Vicepresidente, nosotros, en compañía de Ariel Basteiro, su esposa, Laura, y una delegación de compañeros de La Cámpora y el diputado por Nuevo Encuentro, José Cruz Campagnoli, fuimos hasta la escuela “Eva Perón”, en El Alto, para observar los comicios y más tarde lo haríamos en una pequeña escuelita que queda en el paraje Muela del Diablo, en las afueras de La Paz.
La jornada transcurrió sin sobresaltos dignos de mención y los votantes acudieron a las urnas, en todo el país, en medio de un clima de tranquilidad. Un noticiero televisivo apenas si daría cuenta de un pequeño altercado en una mesa del Departamento del Beni que, a la sazón, sería el único lugar de Bolivia donde el partido derechista Unión Demócratica y su candidato Doria Medina obtendrían un triunfo.
A las 16:00 se cerraron todas las escuelas habilitadas para la votación y las autoridades de cada mesa iniciaron el conteo de los sufragios emitidos. Se sabía que el Tribunal Electoral habría de dar su primer informe a las 20:00 y nosotros nos encaminamos hasta la sede para presenciar dicho acto. Sin embargo, no hubo datos: diferentes observadores internacionales prestaron sus testimonios para dar fe de la transparencia de los comicios, contrarrestando así una maniobra de deslegitimación intentada por la derecha a último momento y que consistía en denuncias de comisión de supuestos fraudes. Aún no había finalizado la serie de informes internacionales cuando recibimos por teléfono la noticia de que Evo hablaría en menos de quince minutos desde el balcón del Palacio Quemado y hacia allí salimos.
Cuando llegamos, la Plaza Murillo ya estaba de festejos. Las banderas del MAS, la whipala y la boliviana ondeaban en toda la extensión. Un cartel de la Regional La Paz del MAS mostraba las caras del Che y de los hermanos Inti y Coco Peredo, los heroicos bolivianos de la guerrilla de Ñancahuazú que cayeran en combate con poco más de un año de diferencia entre cada episodio.
El balcón que daba a la plaza ya estaba repleto y, en su centro, las figuras inconfundibles de Evo Morales Ayma y Álvaro García Linera no cesaban de agitar los brazos y saludar a la multitud que los vitoreaba. Ariel Basteiro ingresó al palacio de inmediato, mientras nosotros nos arracimábamos junto a los demás argentinos que cantaban el clásico “¡Olé, olé, olé, olé, Evoooo, Evooooo!” Fue por este canto que el presidente reconoció a los argentinos y dijo “(...) también, creo, que vamos nacionalizar el canto de nuestros hermanos argentinos” y se ganó la ovación de toda la Plaza Murillo.
El discurso del ahora presidente reelecto fue inequívoco. De los nueve departamentos (provincias) que integran el Estado Plurinacional, el MAS había ganado en ocho. En todas las elecciones a las que el MAS se había presentado, desde la primera hasta ésta de 2014, había ganado siempre por una cantidad no inferior al 60% de los votos. Este resultado -que Evo se apresuró en aclarar que no era definitivo pues faltaba conocer la versión del Tribunal Electoral- “(...) explica que en Bolivia ya no se pueda hablar de Media Luna sino de Luna Llena”. Era la referencia al pálido desempeño de las oposiciones, en particular de la derechista UD, que durante la intentona golpista de 2008 había pretendido escindir de Bolivia a los departamentos de Pando, Beni, Santa Cruz, Chuquisaca y Tarija, conocidos como la Media Luna por su disposición geográfica. Para Evo, el resultado electoral reflejaba la ratificación de la voluntad popular de continuar con las nacionalizaciones de los recursos y las empresas, y el consiguiente rechazo a todo y cualquier camino de retroceso a las políticas privatizadoras del neoliberalismo y del colonialismo interno. Dedicó el triunfo a los comandantes Fidel Castro y Hugo Chávez y aseguró que esta victoria era una “(...) modesta pero firme colaboración del pueblo boliviano a la unidad y fortaleza de la Patria Grande”.
Vaya si lo era. Con la gentileza que le ha sido siempre característica, nuestra compañera y amiga, Leonor Arauco, ex embajadora boliviana en Argentina, nos envió los resultados finales difundidos por el Tribunal Electoral. Sólo para tener una idea general de lo que esta victoria significa anotamos los siguientes datos:
Chuquisaca 63,38
Potosí 69,49
Tarija 51,68
Oruro 66,41
Pando 52,09
La Paz 68,92
Cochabamba 66,67
Santa Cruz 49,01 - UD 39,79
Beni 41,49 - UD 51,44
Nacional: MAS 61,04 - UD 24,49
Exterior MAS 72,29 - UD 15,40
El triunfo histórico del MAS en Santa Cruz de la Sierra, epicentro de la reacción derechista en 2008, vino a confirmar aquello que tanto Evo como Álvaro subrayan y enfatizan toda vez que tienen la oportunidad de hacerlo: estamos frente a una “revolución cultural democrática”. Y no se equivocan. Aún conservamos con nitidez en nuestras memorias aquella vez que acudimos al llamado de Evo y viajamos a Santa Cruz de la Sierra cuando el mismísimo presidente corría riesgo de vida si entraba y permanecía en aquella ciudad cercada por los golpistas. En esa oportunidad, un reducido grupo de argentinos encabezado por Hugo Yasky, nos habíamos dado cita en la capital camba y nada nos aseguraba que el golpe de Estado pudiera ser conjurado como más tarde lo fue. Pero, al decir de Álvaro, “la potencia plebeya” pudo neutralizar la ofensiva reaccionaria y, tras ello, construir una nueva hegemonía en la sociedad. Las recientes elecciones y sus resultados son una demostración incontrovertible de ese aserto, máxime cuando el 61,04% obtenido a nivel nacional le asegura a Evo los dos tercios de la Asamblea Legislativa y lo habilita para promover una nueva reforma constitucional. Se trata -para volver a los conceptos teóricos del “Vice”- del pleno establecimiento de un “horizonte de época”, esto es, de una dimensión múltiple de la hegemonía que se expresa en el orden institucional, económico, político y cultural y del cual no consiguen salir -ni aun proponiéndoselo- las propias voces opositoras. La potencia plebeya, por ende, es esa formidable conjunción de los movimientos sociales, los pueblos originarios y las nuevas organizaciones sindicales y de raíz comunitaria, constituidos, todos ellos, como sujeto histórico del cambio y como artífices del Estado plurinacional.
Para finalizar esta crónica valga decir que pudimos estrecharle la mano a Evo poco después de que pronunciara su discurso en el balcón del Palacio Quemado y que días después, cuando las fraternidades bolivianas desfilaron en Buenos Aires con más de 17.000 integrantes para festejar el día de la Virgen de Copabacana, nos reencontramos con Álvaro en idéntico gesto.
En ambas oportunidades el mensaje fue el mismo: “Queridos compañeros: cuentan ustedes, siempre, con la CTA de los Trabajadores”
(*) Director de Comunicación
(**) Secretario de Organización