, por Victorio Paulon (*)

El sueño imposible de un peronismo sin movimiento obrero

Un nuevo aniversario de la conmemoración laica y universal de los trabajadores.

El 1 de mayo se recuerda el martirio fundante del movimiento obrero internacional. La clase trabajadora argentina fue tributaria de ese sacrificio.

Es sin dudas la conmemoración laica y universal más importante en la historia moderna. Comenzó con los mártires de Chicago en respuesta a una ola de huelgas. Sucedió en el corazón del sistema capitalista a escala planetaria. Tiene todos los componentes de una epopeya y además se ha instalado como la reivindicación clasista más extendida del mundo.

En nuestro país fue, durante décadas, reivindicado por todas las corrientes sindicales internacionalistas: los anarquistas de la Fora del sexto y del noveno congreso, la corriente sindicalista de Fourier, los socialistas, los comunistas, etc., en una disputa dura entre ellos pero escribiendo de conjunto las primeras páginas de nuestra propia historia como movimiento obrero.

Los primeros de mayo de comienzos del siglo pasado se pagaron con mucha represión y cárceles. La Semana Trágica, verdadera cacería humana con muchas deportaciones y decenas de muertos, siguió como consecuencia de la represión de la huelga de los talleres Vasena.

La Patagonia Rebelde en dos años consecutivos manchó con la sangre de miles de peones rurales la memoria de un gobierno radical. La Forestal en el norte santafesino hizo lo suyo con la persecución y la explotación de los obreros del tanino en los quebrachales de la cuña boscosa.

Hay una segunda etapa fundada el 17 de octubre de 1945 con Perón y su reivindicación de los derechos laborales, la masificación del empleo por la vía del desarrollo industrial y la expansión de los grandes sindicatos nacionales por rama de la producción. El nacimiento de la nueva clase obrera con la incorporación de los campesinos al proceso industrial, los cabecitas negra y los descamisados de Evita signaron la década que va de 1945 a 1955.

Esta experiencia casi sanadora de tanta violencia patronal, logró engendrar un poderoso movimiento obrero sindicalizado en grandes estructuras nacionales que sobrevive hasta el presente.

El primer peronismo fue interrumpido por los letales bombardeos a la Plaza de Mayo y por el golpe de septiembre de 1955 que derrocó a Juan Domingo Perón y continuó durante 18 años con variadas formas de persecución y proscripción con la mira puesta en el objetivo central: acabar con esa experiencia histórica de la clase trabajadora.

Luego el retorno de Perón en 1973. Su aplastante triunfo electoral, su breve gobierno y su muerte. La calamitosa gestión de Isabel Martínez, López Rega y la Triple A resultó ser el caldo de cultivo donde se cocinó el Terrorismo de Estado y el genocidio contra el campo popular con el movimiento obrero a la cabeza.

El 24 de marzo de 1976 las fuerzas conjuntas de la oligarquía y los grandes grupos económicos emprendieron un verdadero genocidio planificado y ejecutado minuciosamente contra el corazón de ese movimiento obrero que anidaba en los organismos de base como sindicatos locales, comisiones internas y cuerpos de delegados.

El 27 de abril de 1979 un puñado de sindicalistas que tributaban al llamado “grupo de los 25” lanzó la primera huelga contra la dictadura de Videla. No resultó, buena parte de ellos terminaron presos pero abrieron el camino, una vez más, al protagonismo del movimiento obrero en la lucha contra la dictadura de turno, a la sazón la más asesina y sanguinaria de todas. Más allá del devenir posterior de cada convocante a aquella medida, en aquel primero de mayo plantaron un mojón.

Con la recuperación de la democracia el movimiento obrero recorrió todos los caminos que atravesó nuestro pueblo. La unidad de los ’80 con Saúl Ubaldini, la fractura ejecutada desde el menemismo y el surgimiento de la CTA. La CGT oficialista y el nacimiento del MTA. Hasta la crisis del 2001. El neoliberalismo de los ’90 no pudo con el movimiento obrero pese a sus enormes esfuerzos por cooptar a las cúpulas.

A continuación siguen los 12 años de recuperación de derechos individuales y colectivos. Dos aspectos centrales: la reinstalación de la negociación colectiva, (alma y razón de ser de toda organización sindical), y el surgimiento de una nueva clase obrera. Los cinco millones de puestos de trabajo de la era kirchnerista, son hoy mayoría en el mundo de los trabajadores activos.

Este primero de mayo —el tercero de la era Macri— se caracteriza por las contradicciones. Nuevamente la puja entre colaboracionistas y resistentes. Los primeros buscando denodadamente una razón para no enfrentar la política oficial. Los gordos, por caso, expertos en esas lides con los sucesivos gobiernos. Enfrente los que resisten todos los días, ambas CTA, la Corriente Federal y en esta última etapa el moyanismo.

El viernes en el estadio de Ferro se mostraron juntos, expresando voluntad de resistencia y la búsqueda de los términos de la unidad para hacerla efectiva.

Recordar a los protagonistas del 27 de abril de 1979 sin olvidar a todos los sindicalistas que lucharon a lo largo de este siglo y medio de historia. Centenares de nombres propios que se constituyeron en modelos para miles de jóvenes luchadores.

El gobierno de Macri trabaja denodadamente para construir un peronismo sin Cristina Kirchner, dialoguista, tolerante y que resuelva en el congreso su débil representación. La realidad es que los sectores que él representa siguen soñando con un peronismo sin movimiento obrero. Un sueño imposible.

Fuente: El Cohete a la Luna