, por Oscar Laborde (*)

Fuente: Página/12

El año de Macri en política exterior

A pesar de que el balance del año de la gestión de Mauricio Macri en la Presidencia de la Nación es negativo en casi todas las áreas, en el plano internacional ha sido sencillamente desastroso.

Fundó su política exterior en la convicción del fortalecimiento de la unipolaridad ejercida por los Estados Unidos y la expansión de su poder, exagerando el respaldo a Hillary Clinton en la campaña electoral presidencial, incluso manifestando que Donald Trump no tenía ninguna posibilidad. El grosero error de cálculo y su sobreactuación le traerán consecuencias negativas a la Argentina.

Su idea de volver al mundo de la mano de los encuentros con mandatarios de la “Premier League” le salió mal, ya que además de no conseguir ni siquiera un compromiso para beneficio de nuestro país, la historia de estos dirigentes después del encuentro no fue positiva: Barack Obama se retiró sin poder asegurar su continuidad y muy cuestionado, François Hollande ni siquiera se presenta a elecciones en Francia, Matteo Renzi fue suplantado en Italia, al igual que David Cameron en el Reino Unido.

Por otra parte, el papelón con la canciller alemana Angela Merkel quedará en el recuerdo diplomático por mucho tiempo, al igual que el reto del primer ministro canadiense Justin Trudeau por la prisión de Milagro Sala. Solo fotos sin resultados.

Su propuesta de apostar todo al libre comercio quedo rápidamente desubicada. Pidió que Argentina fuera observadora en la Alianza del Pacífico, participando incluso en una cumbre de presidentes como paso previo al ingreso al Acuerdo Trans-Pacifico (TPP) cuando el propio Obama, tras el triunfo de Trump, lo retiró del Congreso de EEUU. Argentina abriéndose al mundo y Norteamérica cerrándose. No pudo ser más inoportuno.

Desde el comienzo de su gestión, hizo todo lo posible para desmembrar el Mercosur, pidiendo la separación de Venezuela por diferentes motivos, negándole la presidencia pro tempore, y por último concretando esa separación por el supuesto incumplimiento de protocolos, que en el ámbito internacional se sabe que ni siquiera lo cumplen Brasil y Argentina. La exclusión de Venezuela (con la agresión a la canciller bolivariana Delcy Rodríguez como coronación) y el freno al ingreso de Bolivia, está fundado en prejuicios ideológicos, y es inconveniente para nuestra producción local ya que ambos serían grandes importadores de mercaderías argentinas. En fin, un Mercosur para los grandes grupos económicos, como en los 90.

Se congeló la UNASUR y la CELAC. Es decir, la integración regional que nos unió con América Latina, nos potenció en el mundo y nos protegió de la crisis internacional, parece ser suplantada por el encolumnamiento incondicional con los EE.UU.

En el reclamo de la soberanía de las Islas Malvinas retrocedimos lo que habíamos avanzado en los últimos años y estamos haciendo gestos que fortalecen la posición colonialista del Reino Unido, lo que será muy difícil de revertir, como lo es permitir que los kelpers se sienten a la mesa de negociación o que mostremos voluntad de permitir explotación petrolera en las islas. A esto se le suma el papelón de la canciller Susana Malcorra haciendo campaña por el imposible objetivo de ser la Secretaría General de la ONU. Los compromisos asumidos por el país merecerían una nota aparte.

El futuro inmediato de la política exterior argentina es volver a chocar de frente con un mundo que ha cambiado. Frente a ello debería existir la posibilidad de rectificar y “barajar de nuevo”, independientemente de la orientación ideológica del gobierno, que es la que determina en última instancia las decisiones sobre la inserción internacional del país. Lamentablemente pareciera no existir voluntad de adecuación frente a los nuevos acontecimientos globales, que profundizan la tendencia multipolar y habilitarían a un mayor desempeño de las instancias autónomas de integración regional.

* Diputado del Parlasur.