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El 18 de septiembre de 2020 se celebra por primera vez el Día Internacional de la Igualdad Salarial de las Naciones Unidas
La CSI reclama una acción concertada para revertir una injusticia secular contra las mujeres, haciendo realidad el principio de igual salario por trabajo de igual valor.
A lo largo de la historia, algunos empleos han venido estando peor pagados sencillamente por ser ocupados por mujeres. En este Día Internacional de la Igualdad Salarial queremos rendir tributo a las conductoras de tranvía y autobús que organizaron una de las primeras huelgas reclamando igualdad salarial en el Reino Unido, en 1918, así como a todas las mujeres y los sindicatos que lideran actualmente luchas por la igualdad salarial en todo el mundo.
Reconocemos que se han conseguido avances significativos, como por ejemplo la histórica ley islandesa sobre certificación salarial, medidas que imponen la transparencia salarial, esfuerzos por formalizar el trabajo en la economía informal y logros mediante la negociación colectiva. Pero 69 años después de haberse adoptado una norma internacional del trabajo sobre igualdad de remuneración, en ningún país se ha colmado aún la brecha salarial de género.
Discriminación, segregación laboral y una carga desproporcionada de tareas domésticas y cuidados no remunerados, son factores que contribuyen a una brecha salarial persistente entre mujeres y hombres, que globalmente se sitúa en torno al 20%. Para las mujeres con discapacidades, negras y de color, indígenas y migrantes, la brecha es incluso mayor.
Una ‘penalización de maternidad’ implica que las mujeres con hijos a cargo ganen menos, mientras que una ‘bonificación de paternidad’ generalmente hace que los padres ganen más.
La pandemia de COVID-19 ha puesto de manifiesto la inestimable contribución del trabajo realizado mayormente por mujeres, que había venido estando sistemáticamente infravalorado y mal pagado. Más del 70% de la mano de obra en los sectores de salud y cuidados en todo el mundo son mujeres, mientras que el porcentaje de mujeres empleadas en el sector de servicios, incluido el trabajo doméstico, la venta minorista y los servicios de limpieza, se sitúa en más del 58%.
Incluso antes de la crisis, el empleo de las mujeres se caracterizaba por trabajo informal, inseguro, mal remunerado y de baja calidad, ofreciendo poca o ninguna protección social.
Debiendo asumir una mayor carga de tareas de cuidados no remunerados en las familias, las mujeres tienen más probabilidades de tener que trabajar a tiempo parcial o simplemente no pueden trabajar. Esta carga de responsabilidades de cuidados aumentó exponencialmente durante el confinamiento, con el cierre de escuelas y guarderías y la suspensión de servicios de cuidados de personas mayores y con discapacidades.
Cuando el mundo continúa afrontando una devastadora pandemia, el llamamiento de la CSI reivindicando un nuevo contrato social reviste más urgencia que nunca.
Aseguraría el respeto de los derechos, empleos dignos con salarios mínimos vitales y negociación colectiva, una protección social universal y que la diligencia debida y la rendición de cuentas rijan las operaciones empresariales. Combatiría la discriminación en base al género, la raza o el origen étnico, la edad, la discapacidad y el estatus migratorio.
Invertir en empleo decente en los sectores de salud y cuidados contribuiría a crear sociedades más resilientes y sostenibles, y economías más ecológicas.
Todas estas medidas son vitales para colmar la brecha salarial de género.
En esta primera celebración del Día Internacional de la Igualdad Salarial, la CSI aboga por la ratificación universal y la aplicación efectiva del Convenio de la OIT sobre igualdad de remuneración, 1951 (núm. 100). Pide además que se redoblen esfuerzos para conseguir un mundo del trabajo igual e inclusivo, en el que las mujeres y los hombres perciban el mismo salario por un trabajo de igual valor en todos los países y sectores.