Hay un modelo de democracia en el que la libertad de prensa se confunde con la libertad de empresa y en la que los sectores dominantes utilizan los medios como poderosas herramientas para disciplinar el pensamiento de las mayorías oprimidas. Es el modelo de democracia en el que los grandes medios son funcionales a los intereses del bloque dominante y en el que los periodistas terminan siendo fichas en un tablero de ajedrez cuyos movimientos los deciden los poderosos.
Este sistema de dominación justificó golpes de estado. Fue el que acribilló al presidente Salvador Allende en Chile y el que creó las condiciones para justificar la barbarie pinochesita como el mal menor. Acá hicieron lo mismo generando el cerco desinformativo que bajo la teoría de los demonios justificó las atrocidades del terrorismo de estado. A cambio, obtuvieron inmensos privilegios económicos que les permitieron acceder a la condición monopólica que hoy detentan, además de otras preventas, como la apropiación bajo las reglas de juego del terrorismo de estado de la empresa Papel Prensa. Hoy son los que hipócritamente claman al cielo por la democracia y las virtudes republicanas, son los mismos de siempre, los que defienden los intereses espurios. Solo les interesa el poder y el lucro. Pero eso es lo que les garantiza impunidad, les garantiza comprar jueces y penetrar capilarmente en la cabeza de los ciudadanos para fabricar dentro de ellas el miedo, el egoísmo, el individualismo, la pena de muerte, el odio por las conquistas sociales y el desprecio por la solidaridad.
Los que queremos que la ley que se aprobó se cumpla, estamos convencidos que más allá del tiempo que lleve cambiar todo esto, sean meses, años o décadas, lo que esta absolutamente claro es que el cambio es necesario y que en definitiva ya no hay más nada, ni nadie que lo pueda detener.