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Una agenda para la comunicación involucrada con la integración
Por Aram Aharonian y Osvaldo León- La comunicación y la información son temas estratégicos para las luchas y disputas políticas, culturales e ideológicas y, si bien es un eje fundamental en los procesos de integración regional que se encuentran en marcha, ninguno de los organismos de integración tiene estas temáticas entre las prioridades de sus agendas. ¿Este es un tema debe estar en como tema prioritario en la agenda del Mercosur?
Cuatro decenas de comunicadores latinoamericanos, convocados por la Agencia Latinoamericana de Información (ALAI) y la Asociación Latinoamericana de Educación Radiofónica (ALER) al encuentro “Democratizar la palabra en la integración de los pueblos”, compartirán en Quito, entre el 4 y el 6 de noviembre, la importante tarea de avanzar en el esfuerzo colectivo orientado a la formulación de una agenda común.
En los últimos años, desde organizaciones y movimientos sociales, ese abajo que se mueve y moviliza en América Latina, viene elaborando propuestas y aportes en torno al tema de la democratización de la comunicación y la integración regional, que acompañan el surgimiento de nuevas normas democratizadoras en varios países de la región y de nuevos medios populares, junto con el fortalecimiento de los estatales y públicos.
La comunicación y la información son temas estratégicos para las luchas y disputas políticas, culturales e ideológicas y, si bien es un eje fundamental en los procesos de integración regional que se encuentran en marcha, ninguno de los organismos de integración tiene estas temáticas entre las prioridades de sus agendas.
De ahí que la consolidación de una agenda para una comunicación que promueva la integración requiere del impulso de los movimientos sociales, de los Estados nacionales y de las instancias regionales. Es necesario incorporar y posicionar la comunicación como derecho humano en las distintas agendas. Por todo esto es necesario construir la fuerza social y política que permita la consolidación de los mismos.
Resulta necesaria una resignificación del papel de la cultura, entendida como eje articulador de los pueblos, y que la comunicación –uno de los derechos humanos- debe tener un carácter incluyente, incorporando las dimensiones de género, étnica y etaria, posibilitando la participación de las mujeres, jóvenes, pueblos indígenas y estar asociada a distintas luchas de la sociedad
Es punto coincidente la necesidad de romper el cerco informativo y de alentar los debates para colocar el tema de integración más allá de buenas intenciones: determinar qué comunicaciones son estratégicas y qué estrategias son comunicativas.
Muchos analistas consideran que es tarea imprescindible la elaboración de un pensamiento estratégico de la integración para consolidar lo alcanzado y trazar pistas para superarlo, como señalara el expresidente brasileño Lula da Silva, en momentos en que la integración es una necesidad para poder incidir en un mundo que tiende a ser cada vez más multipolar. Esto significa superar las visiones de corto plazo para encarar los problemas estructurales.
Nuestra historia la venían escribiendo desde afuera, estimulando la fragmentación, la división y los conflictos entre nuestras naciones y pueblos. Al comenzar a vernos con nuestros propios ojos, asumimos que nuestros procesos de integración no necesitan copiarse, sino basarse en relaciones más igualitarias y solidarias, superar la persistencia de tensiones y prejuicios entre países, encarar las limitaciones existentes en el funcionamiento institucional y contrarrestar el impacto causado por el neoliberalismo en el terreno de la cultura, la educación y la comunicación social.
En América Latina estamos inventando un nuevo tipo de democracia, distante de la declamativa y formal, que trata de hacer efectiva la participación de la sociedad y sus expresiones organizadas en los procesos integracionistas. Lo que permitirá superar las limitaciones de las iniciativas circunscritas a los gobiernos es, precisamente, la construcción de una voluntad popular de integración.
Aquí hay dos ejes fundamentales: uno, la democratización de la cultura, la educación, la información y la comunicación social como requisito imprescindible para la construcción de democracias participativas; y el otro, asumir que en América Latina estamos ingresando en una era diferente, pasando de más de 500 años de resistencia a una etapa de construcción, donde se deben dar pasos en la praxis y, a la vez, ir construyendo nuevas teorías que tengan que ver con nuestras realidades, nuestras idiosincrasias, nuestro futuro.
Mayoritariamente, nuestros movimientos sociales apuestan por una integración contrahegemónica basada en soberanía popular para enfrentar los proyectos del capital global, pero se hace fundamental una participación con autonomía, como socios en la elaboración colectiva de las definiciones estratégicas y políticas.
En este contexto, esta convocatoria de ALAI y ALER apunta a establecer puntos de coincidencia para un accionar común, partiendo de que el hilo conductor entre los participantes enlaza compromisos con la integración y la democratización de la comunicación.
En los procesos oficiales de integración, el tema comunicación, hasta ahora, se ha reducido –y esto no es casualidad- prácticamente a las cuestiones de infraestructura; tema importante pero no suficiente. Y esto, cuando la apuesta por una participación social efectiva demanda como condición capital una socialización de la información amplia y permanente.
Desde los sectores que impulsamos la democratización de la comunicación, hemos desarrollado iniciativas y propuestas que van en un sentido de impulsar la integración de los pueblos y de defender los procesos oficiales de integración regional, pero éstas parecen diminutas al lado de la gran ofensiva de los conglomerados mediáticos para atacar a estos procesos.
Si 40 años atrás se necesitaban fuerzas armadas para imponer un modelo político, económico, social y de dependencia cultural, hoy basta con dominar el mundo de la comunicación y la información. Hoy se impone considerar la disputa cultural, educativa y comunicacional frente al legado del neoliberalismo, cuyo pensamiento único se encargó de diseminar un modo de vida y de consumo con pretensiones de universalidad, teniendo como paradigma el individualismo.
En diversos eventos, se han formulado propuestas que por lo general aún quedan a nivel de buenas intenciones; pero también se han desarrollado iniciativas concretas, que aún permanecen dispersas. Por eso, es hora también de adelantar un debate autocrítico.
Sin duda, hemos hecho muchas cosas con mucho voluntarismo, pero no siempre hemos caminado por los senderos correctos: muchas veces, en la urgencia de la respuesta y la resistencia, hemos olvidado nuestras propias agendas y también la necesidad de ser proactivos con nuestra información y formación, pasando a ser meros denunciantes reactivos.
Y demasiadas veces seguimos copiando los modelos hegemónicos que, en definitiva, no son más que expresiones del colonialismo cultural. No podemos dejar la construcción del relato de nuestro pasado, presente y futuro, en manos de quienes han tratado siempre de invisibilizarnos, ningunearnos, ocultarnos, destrozar nuestra autoestima, fomentar el divisionismo, la conflictividad y la fragmentación de nuestros pueblos.
¿Qué propone este encuentro?
Asumiendo que existe un camino recorrido y un acumulado de propuestas e iniciativas, a este foro le corresponde resituar los desafíos de la democratización de la comunicación, reiterar el énfasis en la apropiación de las nuevas oportunidades comunicacionales, e identificar cómo, desde los respectivos espacios y medios se puede reforzar un trabajo que impulse la integración de los pueblos.
En tal medida, importa avanzar en la búsqueda de la soberanía tecnológica que nos permita romper con la dependencia y el manejo de las comunicaciones e información regionales; mediante la promoción del Software Libre y programas de estándares abiertos, así como la creación y adecuación de normativas y políticas públicas orientadas a democratizar el acceso y apropiación social de internet como nuevo espacio para la formación de corrientes de opinión y pensamiento crítico.
Y volviendo a la verdadera integración de nuestros pueblos, en cuanto a infraestructura, es necesario promover la consolidación del Anillo Óptico Suramericano, uno de los temas en debate en el marco de Unasur.
Es preciso trabajar agendas informativas propias y nuevos lenguajes y formas creativas de comunicación - desde una perspectiva crítica y con sentido formativo- no sometidas a las agendas que nos imponen las grandes corporaciones mediáticas. Definir temas comunes de agenda en determinadas coyunturas que también contribuyan a la unidad de los movimientos sociales, como desmilitarización, derechos de la Madre Tierra, integración, democratización de la comunicación, soberanía, descolonización, derechos humanos, solidaridad internacional.
También es oportunidad para analizar la sustentabilidad de nuestros medios populares, promoviendo el cooperativismo y la economía social y solidaria, para lo cual es necesario buscar e intercambiar sobre nuevas formas de financiamiento.
Sin dudas, la formación en comunicación es un eje estratégico para la mayoría de movimientos sociales, pero se hace necesario unificar y enfocar estos esfuerzos formativos en todas las instancias, ámbitos políticos y técnicos, dirigida hacia dirigentes, equipos e instancias de comunicación y bases, en la perspectiva de contar con comunicadores populares. Incluso se ha propuesto la creación de un instituto latinoamericana de formación de comunicadores populares.
Es necesario, además, incentivar la creación de observatorios de medios que permitan llevar a cabo una contraloría social en todos los niveles, donde tengan un papel activo los movimientos sociales, ciudadanos y la academia.
Como colofón, queda la tarea de consensuar elementos de una agenda de trabajo común que apunte a romper el aislamiento y la dispersión y permita acumular fuerzas para hacer un contrapeso al consenso mediático, el mensaje único, de los grandes medios del establishment.
Sin dudas, la agenda latinoamericana debe partir de la construcción de la narrativa de las experiencias en curso; la reconstrucción de un discurso económico y social; repensar la democracia más allá de los cánones liberales y la integración de la región y su inserción en el mundo, como señalara el brasileño Marco Aurelio García, y ésta es una buena oportunidad para avanzar en ello.
Aram Aharonian es periodista y docente uruguayo-venezolano, director de la revista Question, fundador de Telesur, director del Observatorio Latinoamericano en Comunicación y Democracia (ULAC).
Osvaldo León es comunicólogo ecuatoriano y periodista de ALAI.