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Me despidieron al tratar al último niño fumigado con Leucemia
FUENTE: ENREDACCIÓN
Hasta ahora y desde hace 18 años me desempeñaba como jefe del Servicio de Neonatología y Pediatría de una clínica privada de la ciudad de Córdoba (Clínica Caraffa). El pasado jueves 4 de junio me llaman desde la obra social de los empleados de la Provincia (APROSS) para que recibamos a un niño de 2 años con supuesta bronquiolitis.
T.F. vive en Villa de María de Río Seco, este es un pueblo del norte cordobés donde se extendieron los cultivos de soja y maíz a base de agrotóxicos y los niveles de contaminación son altísimos y también las protestas de los vecinos que tratan de que dejen de fumigarlos. El padre de T.F. murió en un accidente de tránsito, ahora vive con su madre, tíos y el abuelo. Su abuelo lo llevó ese día al centro de salud municipal porque está muy flaquito y hace 3 semanas que tiene fiebre. Desde el centro de salud lo mandaron directamente a Córdoba (a 300 km), con la ropa puesta, sin plata y en plena cuarentena. En realidad, tenía una LEUCEMIA. Al llegar volaba de fiebre y estaba sumamente debilitado y asustado, llorando sin parar, aterrado y dolorido. Solo acompañado de su abuelo paterno (un trabajador de la leña de los montes que destruye el agronegocio), porque su madre está internada en Deán Funes teniendo otro bebé… El niñito lloraba llamando a su madre, quien no va a venir y quizás por mucho tiempo más aún. Al pobre niño le tuvimos que hacer todo tipo de intervenciones, incluso punción de médula ósea. Su estado era muy delicado, con una anemia severísima, lo trasfundimos y logramos compensarlo un poco. Al día siguiente, el viernes 5, teníamos confirmado el diagnóstico de leucemia linfocítica aguda de células B.
El panorama se empezaba a esclarecer, ya que es fuertísimo el vínculo entre exposición a agrotóxicos en la madre y leucemia en los hijos, incluso en revisiones de “medicina basada en la evidencia” como el metanálisis que ilustra esta crónica. En este estudio de Wigle et al. revisando 14 estudios publicados, la conclusión es que la madres expuestas a agrotóxicos tiene dos veces y media más posibilidades de que sus hijos desarrollen una leucemia comparado con el riesgo norma de las madres no expuestas a estos venenos. Algo que se verifica claramente en nuestro paciente T.F. Y también verifica la injusticia ambiental y social de este caso, familia pobrísima que solo recibe las consecuencias sanitarias del agronegocio, que destruye el ambiente y enferma a los vecinos.
A la tarde de ese viernes nuestra onco-hematóloga nos pide que empecemos con las altas dosis de Deltisona B (metilprednisona). No teníamos en gotas y la farmacia de la Clínica me informa que recién el lunes podría conseguir…. Deltisona B gotas hay en todas las farmacias y sale $470. Le aviso al Director médico que no teníamos la deltisona, pero que los pediatras la podríamos comprar en la farmacia de al lado y arreglamos el lunes, todo OK. El sábado concurro nuevamente a ver los pacientitos y compro en la farmacia unos autitos de juguete, una segunda Deltisona B porque por las altas dosis que necesitaba el niño solo alcanzaban para día y medio, y en el almacén, comestibles y bebidas para el padre.
Bueno, el lunes 08 el niño estaba mucho mejor, las enfermeras le habían traído ropa y juguetes para él, nosotros ropa al padre, las chicas de laboratorio le compraron comida, agua y golosinas. Esa mañana, como a las 09:00 fallece Débora una niña de 6 años con un cuadro neurológico metabólico progresivo incurable que cuidábamos desde hacía más de un mes, su estado era terminal y fue algo muy triste y doloroso para la familia y para todos nosotros. Mientras estábamos acompañando a la familia en ese momento tan desgarrador y humano, justo en ese momento, me llama el joven y neoliberal abogado que junto con otra joven contadora, hijos de los dueños fundadores, están manejando la clínica desde hace muchos meses. Bueno, me llama este gerente para reprocharme y retarme muy enojado por haber comprado la Deltisona supuestamente sin autorización, vociferarme diciéndome que esto no se maneja como un almacén y tampoco somos una clínica de CARIDAD!, situación que emotivamente me sobrepasó, harto de meses de bulliyng y falta de respeto y le respondí como la situación se lo merecía.
Conclusión, al mediodía me llama para despedirme… y que arregle con su padre los términos de mi indemnización después de 18 años.
Sorprendido, aunque sentía que este final no estaba muy lejos. En todos estos años trabajé como empleado en negro (como casi todos los médicos en dependencia privada de esta provincia); bajo mi responsabilidad estuvo el cuidado de más de 12.000 niños y 1800 recién nacidos, y por suerte y dedicación tuvimos una excelente sobrevida y alta satisfacción de las familias; claro que también cometimos muchos errores, a algunos no pudimos ayudar a sobrevivir, otros no supimos tal vez, pero no dejamos nunca de aprender de ellos. También formé a varias camadas de residentes de los que me siento absolutamente orgulloso. En toda esta época, si bien la clínica era un negocio para los dueños, para nosotros era un lugar más para cuidar y ayudar a niñes enfermos y nos manejamos con amplio criterio hospitalario; seguramente que esta condición se lograba porque la sociedad de los propietarios de la clínica era en un 80% médicos que también trabajaban allí mismo. Esta situación desapareció, hoy la maneja un exclusivo criterio empresarial y este quedó expuesto en la patética situación de mi despido.
Y en medio de la pandemia, esta situación parece ser la gota que colmó el neoliberal vaso de los empresarios; seguramente les dolía que siempre apoyé los reclamos por los derechos de los residentes, que siempre reclamamos por nuestro sueldo retrasado y los insumos y medidas de protección adecuadas; seguramente les molestaba de sobremanera que era público mi rechazo a la Declaración Jurada individual de que no tenemos Covid… y que si hay contagios es culpa del médico y deslinda de responsabilidad a las empresas y ministerios. Y que en todo mi sector de la clínica no pudieron hacérselo firmar a ningún médico. En esta época, donde se mezcla en la trituradora los intereses de la “economía”, los derechos de los trabajadores de la salud y la salud como valor social, en esta trituradora, aprovecharon y me despidieron.
Están supuestamente prohibidos los despidos, pero si Techint lo hace con 1400 operarios, por qué Clínica Caraffa no lo va a hacer conmigo; parece ser la realidad.
No me arrepiento de nada, volvería a hacer lo mismo, volvería a proteger como pueda a ese niñito fumigado y enfermo de muerte, volveríamos a comprarle su remedio y sus juguetes y volvería a decirle al patrón que no me lo diga por teléfono, que venga a decírmelo aquí en la cara.
Fue un enorme placer para mí haber trabajado con todos los compañeros de esa Clínica, siempre todos tratando de dar una buena atención de salud. Los médicos de todos los servicios, las excelentes enfermeras/os, las administrativas, camilleros, personal de limpieza, de la cocina, de mantenimiento, de diagnóstico. Gracias amigos y compañeros, nosotros, cada uno de nosotros, sabemos todo lo que ponemos, cuánta pasión, cuánta compasión, cuánto dolor para tratar de ayudar al enfermo, al doliente, al desvalido, porque esa es nuestra función en esta vida. Les agradezco poder haber trabajado con ustedes, muchas gracias a todos. Y sí, se aprovechan de nuestra nobleza, pero algún día tendremos que levantarnos para defender nuestra dignidad.
(*) Medardo Ávila Vázquez es médico Pediatra y Neonatólogo. MP. 16696.
Foto: Un niño con leucemia (Imagen ilustrativa).