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Como hicieron las pioneras, esas mil mujeres en el teatro San Martín de Buenos Aires hace 34 años (1986), venimos una vez más al Encuentro. Un espacio que construimos entre todas de manera participativa y federal. Es un hecho político y social de enorme importancia para los derechos de las mujeres, las identidades sexo-genéricas diversas y para todas las trabajadoras.
Somos el único país del mundo que tiene un espacio de estas características, que se sostiene y crece, hace más de treinta años. Sin haber participado, y desde afuera, cuesta entender qué son los encuentros. Podría decirles en estas líneas qué son para mí, que hace 28 años que participo y que tengo responsabilidad en una organización nacional. Pero me gustaría también remontarme a lo que fueron para mí las experiencias iniciales de participación, porque de alguna manera explica, cómo es posible que este espacio se renueve y crezca cada año en convocatoria.
Nunca se vuelve igual después del primer encuentro, es una frase que dije en el primero y sigo escuchando todos los años desde las más variadas personas en edad, lugar de procedencia, sector social e identidad. La experiencia colectiva de tener un lugar de participación sólo de las mujeres y de identidades de las disidencias sexuales, provoca algo en cada una de las que asistimos, que es más intenso de lo que pueda explicitarse racionalmente. Incluso es así, para las que fueron una sola vez en su vida. El encuentro tiene un impacto subjetivo, emocional, que posibilita vivenciar lo que significa ser parte de un colectivo con una gigantesca capacidad transformadora. Hecho que podemos vivenciar también al reconocernos desde lo diverso, plural e incluso contradictorio. Hay una mirada introspectiva ineludible, que nos devuelve cómo somos mujeres en este mundo, en nuestro barrio, en el trabajo, en nuestra casa. Que puede sintetizarse en dos lemas feministas que siempre cobran actualidad y en el encuentro se viven a flor de piel: lo personal es político. No se nace mujer, se llega a serlo.
Aunque la organización es bastante estática e incluso hasta casi ritual, el espacio se renueva por impacto de las coyunturas. La estructura básica se repite: apertura, talleres, marcha y cierre. Sin embargo, se cuela todo el tiempo el momento político y social que estamos viviendo. Hay temáticas que nos acompañan desde siempre: violencia, aborto, trata de personas, política, poder, trabajo, géneros, familias, organización popular, campo y ciudad. Pero en cada época crecen y se desarrollan temáticas y espacios que sólo son posibles ese año y en cada tiempo particular.
Este último año el debate por el cambio de nombre ha sido un parte aguas. Llamarnos plurinacional de mujeres y disidencias sexuales empezó a cobrar fuerzas en Chaco, se profundizó en Chubut y atravesó desde noviembre del año pasado la comisión organizadora de La Plata. Reconocernos plurinacionales, en todas las identidades originarias, y desde disidencia sexuales, es un reclamo no sólo por estar, sino por ser nombradas. Nombrar (nos) es una decisión política. Cómo no saberlo las mujeres, que venimos de siglos de resistencias para hacer evidente que no sólo el masculino no era universal, sino que además supuso formas múltiples de invisibilidad, violencias y exclusión. Estos debates, sin dudas, atravesarán todos estos días y se seguirán desplegando.
El momento favorito, para mí, es la marcha del domingo a la tarde-noche. Porque nos permite tener noción de la escala del hecho social que estamos protagonizando. Ser miles y miles, desbordar las calles del centro y de los barrios de cada ciudad en la que se realiza, renovar cantos, atravesados por el contexto, junto a otros que se vienen coreando desde los primeros encuentros, tiene una potencia gigantesca. Hace poco entonamos “poder popular, ahora que nos ven”, pero esa es la percepción que nos devuelve a cada una el momento de la marcha. Nos tienen que ver, no tienen más remedio que hacerlo. Acá estamos y vinimos para quedarnos. Porque todas sabemos que este momento anual, ya nos dejó su marca en el cuerpo, pero además fortalece la agenda social, sindical, política que cada una luego impulsará en la tarea cotidiana de su organización.
Este año electoral y en la capital de la provincia de Buenos Aires nos damos cita mirando la fecha cercana del 27 de octubre. Desde la CTA y como trabajadoras organizadas somos parte del movimiento feminista que ha sido protagonista estos últimos años la confrontación con las políticas neoliberales. Pero no sólo nos defendimos, fuimos por mucho más, dando peleas por la ampliación de derechos, que se expresaron en leyes como la paridad, ley Micaela, Ley Brisa y en la multitudinaria marea verde por el aborto legal.
Como decimos en la declaración que llevamos desde la Secretaría de Género de CTA al Encuentro: venimos también desde nuestro plenario nacional de CTA, que decidió dar un paso más en la unidad del movimiento sindical, para avanzar en una orgánica común en el seno de la CGT. Unidad que se está construyendo hace años, en las luchas comunes en todo el país, y en las articulaciones intersindicales de mujeres, derechos humanos, salud, juventud y tantas otras. Especialmente las mujeres sindicalistas participamos de los Paros Internacionales de mujeres (8M), la discusión por un proyecto de igualdad real, y no la mentira de las brechas macrista, la resistencia al fin de la moratoria previsional, los encuentros en las calles y los debates sobre el trabajo digno para las mujeres. Somos por todo esto protagonistas de esta unidad, que hoy asume el desafío de la construcción de un gran acuerdo nacional, que será refundacional para nuestra patria, donde trabajo digno y producción sean prioridad, para volver a encontrarnos desde el proyecto nacional, popular, con la integración regional como prioridad, pero que además hoy tiene el imperativo de asumir una perspectiva feminista.
En estas experiencias también estamos reescribiendo el lema histórico del movimiento sindical y del movimiento popular por justicia social. Porque para nosotres es con igualdad de géneros. Pero también decimos que la igualdad de géneros, sólo es posible con justicia social.
(*) Secretaria de Género e Igualdad de Oportunidades de la CTA