Discurso de Hugo Yasky

, por  Prensa CTERA , popularidad : 28%

Tenemos la profunda convicción de que defender el derecho social a la educación es en primer lugar llevar adelante una disputa que tiene como campo de esa confrontación justamente los sistemas educativos, las escuelas públicas, que tiene como campo de disputa también el propio pensamiento, las propias creencias y convicciones de nuestra sociedad. Porque yo creo que estamos inmersos en una lucha que es profundamente cultural y esta es la etapa que estamos viviendo.

Recuerdo que una vez, en la última visita que hizo el comandante Fidel Castro a la República Argentina, él nos decía en un discurso que hizo en la Universidad de Derecho, que la etapa en la que íbamos a entrar tenía que ver con la lucha de las ideas; que reducir el número de analfabetos en América Latina era la verdadera acción revolucionaria y que había que apostar a que desde el crecimiento de los sistemas educativos, el derecho al acceso a la educación de las mayorías populares, se pudieran construir las condiciones para que esa disputa cultural, para que esa disputa por el sentido común de la ciudadanía pudiesen tener resultados favorables para los sectores populares y para los que apostamos a la transformación social. Y estas palabras siguen teniendo absoluta vigencia.

Hoy escuchaba a la Viceministra de Educación de Chile y contaba las palabras de esa madre que decía que ella quería tener el derecho a pagar para comprar el acceso de su hijo a un cierto peldaño más arriba en el nivel social de graduación que tiene que ver con la escuela privada, cuando eso lo dice una compañera del pueblo, como esa madre, o cuando una maestra de la escuela pública, cuando un maestro de la escuela pública decide que el lugar para su hijo es la escuela privada; ahí estamos en presencia de una derrota en el terreno de las ideas, ahí estamos en presencia de un retroceso en esa disputa cultural.

En la ciudad de Buenos Aires que es la única jurisdicción de mi país que tiene un nivel de ingresos parecido por ejemplo al de Bélgica promedio, y más allá de que tiene un gobierno con verdadera vocación de derecha, con verdadera vocación privatista, pero más allá de eso el nivel de ingresos de sus ciudadanos determina entre otras cosas que esa jurisdicción sea la jurisdicción del país que tiene más escuelas privadas que públicas. Es la única jurisdicción del país donde hay más escuelas privadas que públicas.

Algunos sectores de la clase media, que en estos últimos años han visto mejorar sus ingresos gracias a las políticas de los gobiernos populares democráticos y progresistas de la región, algunos sectores de la clase media que pasaron de estar en la parte de debajo de la clase media y han logrado ascender también empiezan a incorporar la lógica de lo que dicen “si no te gusta Brasil, andate a Cuba”. Son sectores de la ciudadanía que están permanentemente bajo el asedio de grandes medios de comunicación concentrados que son propiedad de sectores económicos muy poderosos cuyos líderes están vinculados entre sí a través de fundaciones, financiados por grandes conglomerados empresarios multinacionales, que han tejido una verdadera red a lo largo de toda América Latina para constituirse en usinas de pensamiento desde las cuales llegan y penetran en la mayoría de los sectores populares con el objeto de convertir sus propios intereses en el sentido común de esas mayorías. Es decir, hay una política sistemática de enajenación del pensamiento en las mayorías populares. Para que alguien que viene del pueblo termine pensando como si fuese parte de una élite privilegiada y termine comprando las ideas del privatismo, de la mercantilización, de la desigualación, del individualismo, del consumismo, para que este proceso se genere es preciso que antes nos hayan derrotado en el campo de esa disputa cultural. Y este es un problema que nos atañe profundamente a las trabajadoras y trabajadores de la educación.

Nosotros no podemos proponer un sindicalismo naif, un sindicalismo ingenuo que se encapsule en la demanda corporativa, que solamente sea capaz de mirar su propio ombligo y desentenderse de lo que pasa alrededor. Para cualquier movimiento sindical eso sería una mala elección. Para los trabajadores de la educación, para el sindicalismo de los trabajadores de la educación sería un suicidio. No hay manera de sostener la disputa por nuestros intereses escindida de la disputa por la defensa por la escuela pública y escindida por la disputa por la defensa de sociedades democráticas constituidas en la base de la defensa de los derechos humanos. No hay manera, sería una contradicción en sí misma.

Con el resto de sus compañeros de clase, que suelen reclamar, que tiene como razón simplemente que tiene que responder a sus bases algo que es legítimo porque aquí nadie va a reinventar el sindicalismo, está claro que hay una tarea indelegable que tenemos que tiene que ver con el salario, con el convenio, etcétera. Ahora no se puede defender eso como si ahí empezara y terminara la razón de ser del movimiento sindical. Y nosotros sabemos que tenemos que hacer una articulación permanente con la sociedad. Porque esos líderes de opinión que llaman piadosamente los medios de los grandes medios de comunicación que pululan por el mundo y que siguen insistiendo en vender mercadería podrida, siguen insistiendo en vender la mercantilización educativa, siguen insistiendo en que la Escuela Pública debe ser el reservorio para aquellos que no tiene la posibilidad ni el poder adquisitivo para pretender algo mejor, siguen insistiendo que los problemas de la Educación tienen que ver con la falta de preparación de los docentes; siguen insistiendo en que el mundo nuevo al que nos teníamos que sumergir para decir que dejamos de ser países del tercer mundo y nos convertimos en países del primer mundo nos conecta una suerte de grieta que tiene que ver justamente con asimilar y hacer propia la lógica del mercado. En esta concepción nosotros no podemos hacer un sindicalismo ingenuo. No podemos desentendernos de la suerte de la Escuela Pública, del mismo modo que no podemos desentendernos de la suerte de los padres de nuestros alumnos.

No hay posibilidad tampoco de que tengamos florecientes escuelas públicas que sean islas de la fantasía en un mar de miseria y desocupación, eso no existe, no se va a lograr nunca, porque ni siquiera podríamos darle a esa pretensión la definición de una utopía. Eso no es una utopía, eso sería una ingenuidad en el mejor de los casos.

Necesitamos construir sociedades justas, sociedades democráticas. Necesitamos sostener los procesos de transformación y de cambio. No es lo mismo pararse frente a un gobierno neoliberal, subordinado al Fondo Monetario Internacional, subordinado al Banco Mundial, que parase frente a un gobierno popular y democrático que quiere desarrollar y sostener autonomía para poder aplicar políticas que tengan que ver con el campo popular. No es lo mismo. Y en esa disputa nosotros ciframos parte de los cambios y avances que hubo en América Latina. América Latina es el continente.

Una vez lo escuché al compañero presidente de Uruguay, al ex presidente, José Mujica, que dijo algo que me pareció una gran verdad, Mujica dijo “En América Latina tenemos naciones porque no supimos tener Patria”. Y yo creo que esa es una gran asignatura pendiente. América Latina tiene que ser una Patria, América Latina y el Caribe tiene que ser una Patria Grande.

Nos dividieron para poder imponer los intereses coloniales de las grandes potencias. Y los que vinieron después nos siguieron dividiendo para sostener los intereses imperialistas de los que quisieron que este continente fuera el patio trasero.

Y eso no lo tenemos que olvidar. La unidad de América Latina tiene que ser una bandera de lucha, de la clase trabajadora y tiene que ser un norte y un objetivo de las trabajadoras y trabajadores de la educación, porque en el mundo que nosotros vivimos no hay posibilidad de que nos salvemos como nación de las fronteras para adentro, no existe eso. En este mundo del siglo XXI o constituimos bloques de unidad sustentados en nuestra historia, en nuestra identidad común, en nuestros objetivos comunes, en nuestros ideales comunes o vamos a sucumbir.

La derecha de Brasil que hoy está en estado de intemperancia; la derecha de Argentina que ya no tolera un minuto más políticas populares, que quieren volver rápidamente a la vigencia de esas democracias limitadas, de baja intensidad, de la que nos hablaban los teóricos de la comisión bilateral y que se aplicaron en América Latina; esas derechas tienen muy claro que hay que tratar de ponerle el fin, el epilogo a los procesos que con todas sus imperfecciones, con todas sus asignaturas pendientes en materia social, con todos los enormes déficit que todavía tenemos en materia democrática, con todo lo que nos falta construir en términos de conquistas sociales, significan sin embargo un enorme avance con respecto a lo que teníamos en la década del ’90.

Por eso, compañeras y compañeros, acá estamos nada más y nada menos que en la tierra de Neruda, en la Víctor Jara, en la Violeta Parra, en la de las luchas libertarias. Acá estamos, a pocos días de una Cumbre de las Américas que significó cerrar una herida que teníamos abierta y que era la imposibilidad de que Cuba fuese reconocida como parte de la comunidad de las naciones de América Latina. Acá estamos, a diez años, a poco de cumplirse diez años de lo que los presidentes de América Latina: Néstor Kirchner, el compañero Correa de Ecuador, el comandante Chávez; fueran capaces por primera vez de ponerse de pie frente a quien venía en ese momento con pretensiones imperialistas a querer cerrar un acuerdo, para que todo el continente estuviera sumido en lo que se llamó el ALCA.

Y esos presidentes por primera vez hablaron y dijeron lo mismo que decía el hombre de la calle. Ahí por primera vez fueron capaces de decir tenemos nuestro propio destino, queremos construir nuestro propio lugar en el mundo y no es a través de ese tratado de libre comercio. Hay que recordarlo, porque ese hecho tiene que ser hacia adelante el mandato a profundizar. Y ahí vamos a discutir todo lo que es la batería de políticas de quienes quieren dominar el mundo a través del poder financiero y del capital.

América Latina tiene una cita, que es Costa Rica a principios de diciembre. El Movimiento Pedagógico Latinoamericano tiene que ser la fragua para construir desde el debate de ideas la plataforma que nos permita demostrarles a los tecnócratas que vienen desde el norte con sus doctorados, a los gobernantes genuflexos que se arrodillan frente a los funcionarios de turno del Banco Mundial o del FMI, demostrarles a ellos que hay un camino distinto, que hay una Escuela Pública que clama por abrirse paso, que hay una Escuela Pública que quiere retomar las tradiciones históricas del Humanismo Educativo de Paulo Freire; de que cada uno de los que hicieron que América Latina tuviera su propia voz.

Y nosotros queremos decirle fraternalmente a los compañeros que nos acompañan de todo el mundo que queremos construir en la Internacional de la Educación la fuerza que sea capaz de liberarnos de conjunto, porque estamos hablando de problemas comunes. Porque los mismos que quieren colonizar los sistemas educativos de América Latina son los mismos que quieren destruir y destruyen la Escuela Pública en Estados Unidos o en cualquier país del primer mundo. Es una lucha que tiene que ser en conjunto. Cada uno con sus condiciones, cada uno con sus características; una lucha que nos tiene que hermanar y que nos hermana, no tengo ninguna duda.

Decirle al compañero que representa al sindicato de trabajadores de la educación, la ciencia y el deporte de Cuba, que es un orgullo que el compañero hoy esté acá, no podía ser menos. No podíamos estar por debajo de ese gesto que fue la presencia de los compañeros de Cuba en la Cumbre de las Américas.

Fue un paso importante, desde ya, terminar el bloqueo –una tremenda injusticia - pero hay que reconocer que hubo un paso importante que fue el restablecimiento de las relaciones entre el gobierno de EE. UU. y el gobierno de Cuba. Y hay que seguir avanzando.

Reconocer en cada uno de ustedes, a la militancia y al grupo que orgánicamente construye la posibilidad de que esta lucha por la Escuela Pública lata y se exprese en cada rincón de América.

Esto no es un simposio de teóricos, acá no venimos a llevarnos un diploma, ni venimos a comprar alguna idea nueva. Vamos a escuchar en las conferencias a compañeras y compañeros que nos tienen que nutrir para la lucha de ideas, que nos tiene que nutrir para saber que, además de las ideas, cuando hay que poner el cuerpo hay que ponerlo, como lo pusieron los compañeros de Brasil ante la represión policial de Paraná y como lo ponen los compañeros todos los días en Colombia, en Méjico, en distintos lugares de América Latina.

Reconocer que para nosotros recibir en este conclave, en esta organización latinoamericana, a los compañeros de Méjico, a los compañeros de Uruguay, a los compañeros de Paraguay, es además de una alegría, parte de lo que uno dice: “debemos construir la unidad de este gran movimiento popular”.

Ojalá, en un próximo encuentro, además de tenerlos como invitados de honor, tengamos a los compañeros de Cuba como parte de esta construcción.”

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