por Nora Goren*

Los desafíos que tenemos por delante

No hay duda alguna, por su visibilidad y extensión que las mujeres Latinoamericana han aumentado notoriamente su participación en el mercado de trabajo; lo que significa que reciben un ingreso monetario por la tarea realizada.

Son la mitad de las mujeres las que están en esa situación y son la otra mitad de las mujeres las que aún permanecen inactivas, sin participar en el mercado de trabajo, sin percibir un ingreso por la tarea realizada.

Podríamos hablar del 50% de las mujeres que no hace un trabajo reconocido socialmente, pero nos centraremos en las que sí lo llevan adelante. Para ello y cómo es nuestra manera de caminar y construir tratemos de situar algunos de los desafíos que nos quedan por delante. Mucho hemos logrado, pero cómo también lo sabemos, mucho resta por recorrer y es en el área de lo laboral donde encontramos un ámbito de grandes desafíos y la necesidad de pensar, reflexionar y construir.

El informe global de Unesco, 2014, señala que cuanto más alto es el nivel educativo alcanzado menor es la brecha salarial entre mujeres y varones. Lo cual es cierto y nos invita reflexionar, así, algunos datos de cómo se expresa esta situación en nuestro país, nos puede aproximar .

Miremos las brechas en dos sentidos, por un lado lo que sucede entre quienes tienen mayores niveles de instrucción respecto a quienes tienen menores niveles de instrucción y por el otro la brecha de ingresos entre mujeres y varones de iguales niveles de instrucción.

En el primer caso, observamos que el salario promedio de la población con mayores es un 80% superior respecto al percibido por las personas de menores niveles de instrucción.

Ahora bien, si miramos el salario mensual de varones y mujeres de acuerdo con los niveles de instrucción alcanzados, vemos que entre quienes tienen estudios secundarios incompletos, las mujeres ganan un 47% menos que los varones. En el caso de los que tienen el secundario incompleto la brecha es del 32%, mientras que entre los que han alcanzado el nivel universitario la brecha es del 29%. Efectivamente la brecha disminuye, pero los datos son contundentes, la brecha sigue siendo significativa y negativa para las mujeres.

En este sentido, las brechas de género que se producen en el trabajo productivo no pueden ser explicadas exclusivamente por las brechas en el nivel de instrucción, sino a partir de los argumentos que subyacen a los mercados de trabajo segmentados, donde son las características del mercado un efecto fundamental en cuanto a la reproducción de las desigualdades.

Podemos promover que las mujeres ingresen a los sectores productivos de mejores ingresos, y que ingresen a carreras técnicas y así lograr mejores ingresos. Si logramos eso, habremos por cierto avanzado pero ¿alcanzará ello a todas las mujeres y a todos los varones?, ¿acaso los trabajos que ahora hacen las mujeres, por los que perciben menos salarios y se realizan en peores condiciones laborales, desaparecerán?

Así trabajadores y trabajadoras con ciertos perfiles en términos de las oportunidades que ofrece el mercado sólo acceden a ciertos segmentos y, a su vez, estos segmentos se van consolidando a partir de los perfiles de trabajadores/as que se incorporan.

Así las inequidades están fuertemente atravesadas por el género, el sector social de pertenecía y también por el grupo etareo.

La juventud, comprendida entre los 18 y 24 años que ha sido receptora del reciente programa de Respaldo a Estudiantes, Progresar, presenta un gran desafío. El programa tiene contemplado, a través de la intervención del Ministerio de Desarrollo Social, la búsqueda de espacios de cuidado infantil para quienes lo necesiten, lo cual resulta central para que la tenencia de hijos/as no actúe factor inhibidor en la conclusión de los estudios y de búsqueda de un empleo.

Este punto puede resultar de central importancia para un óptimo alcance del programa. Asimismo, puede ser un momento propicio para promover las responsabilidades familiares compartidas mediante políticas que promuevan activamente que los varones jóvenes que tengan hijos e hijas sean quienes hagan uso de estos espacios. Al respecto, se podría abordar de manera conjunta la inequidad que sufren la juventud e intervenir en las inequidades de género.
El camino es largo, pero no es algo que nos acobarde, por el contrario, lo mucho alcanzado nos permite reafirmar nuestras convicciones y proponer debates y acciones hacia adelante.

* Investigadora CEMyT/Unaj
Los datos presentados corresponden al informe “ Inequidades laborales. Las brechas de género en el trabajo y en los salarios” del Centro de Estudios Mujer y Trabajo, CEMyT