, por CTA Comunica

Un homenaje especial en el Día del Maestro

CTERA distingue a Estela Carlotto

Al cumplir 41 años de su fundación, el máximo sindicato docente rindió un sentido homenaje a las Abuelas de Plaza de Mayo en la persona de su presidenta. Estela recibió de manos de Hugo Yasky una placa conmemorativa y el cariño de maestros, alumnos, militantes y dirigentes presentes en el acto.

Palabras de Hugo Yasky, Secretario General de la CTA:

Quiero, otra vez, decirle a Estela que es un orgullo que esté acá, para todos los maestros y maestras de Argentina, el ejemplo de las Abuelas de Plaza de Mayo, nos inspiró muchas veces. Hubo tiempos antes que éstos donde resultaba muy difícil, mirando para adelante, pensar que íbamos a estar viviendo este tiempo que vivimos ahora.

Hubo tiempos en que cerrábamos los ojos, apretábamos los dientes y salíamos a pelear casi por instinto. Casi por esa convicción militante. Y si fue difícil para nosotros, sé que fue mucho más difícil para las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo. Porque ellas planteaban algo que apuntaba al núcleo al corazón de lo que fue la represión, el genocidio y la violencia que sufrimos nosotros, de esa clase dominante que se puede vestir con saco y corbata o se puede vestir con un traje militar.

Hoy festejamos este tiempo. Y a todos los motivos que teníamos para festejarlo, sin duda se agrega éste, que aunque es muy particular, algo muy entrañable para Estela, es para todos nosotros la expresión de que los débiles podemos triunfar. La expresión de que las causas populares no necesariamente como ellos nos quieren hacer creer, terminan en derrota. La expresión de que es posible cambiar, aun desde lo más oscuro de la noche, hacer que brille el sol. Así que en eso reconocemos a Estela. Además nuestra compañera docente. Yo creo que esa forma tan pedagógica de expresar las ideas, esa paciencia tan de los maestros, porque hay que tener paciencia para este oficio y esa manera tan suave y tan cálida de hablar de las cosas más difíciles y más duras, a nosotros siempre nos inspiró mucho. Y yo siempre que la escuchaba decía: podría ser una directora de alguna de las escuelas donde nosotros trabajamos. Así que una alegría enorme. Y para cerrar todo el círculo, afiliado al Suteba.

Gracias a todos. Y Stella Maldonado me pidió que en nombre de ella te diera este beso y este abrazo.

Palabras de Estela Barnes de Carlotto:

Muy buenas tardes, queridísimos amigos. Me pondré de pie como maestra, aunque me duela la pierna, pero tengo el alma con una alegría enorme. Muchas alegrías en estos últimos tiempos. Primero estar acá, en esta casa. Entrar a esta casa que es como mi casa. Hemos vivido tantos momentos acá, de lucha, de compartir experiencias, de querer mejorar todo lo que es la enseñanza en nuestro país. Poner nuestro granito de arena. De la experiencia personal, particular, de cada uno de nosotros como maestros.

Yo creo que nací maestra. Quise ser maestra toda la vida. Era medio “mandona”, pero bueno, porque me gustaba enseñarles a mis compañeritas cuando no aprendían. Eran muy chiquitas. A veces no sabían las tablas. A veces no entendían. En la iglesia, el Catecismo. También fui catequista muy chiquita. No sé qué diferencia había entre la que estudiaba y la que enseñaba. Y bueno, toda la vida posterior, que por suerte me permitió ejercer la docencia. Y ejercerla no en un lugar donde está servido, limpito, con materiales. Uno dice entro y salgo y después me voy a mi casa y no me acuerdo.

En la escuela que me tocó estar, que la amo. Una escuelita en Las Láinez. Una escuelita muy pequeñita, allá, alejada del centro de Coronel Brandsen. Esa ciudad que me vio caminar con el guardapolvo con el moño atrás. Porque no tenía guardapolvo y fui con el de la escuela secundaria, con las tablas, con el moño.

Y qué bueno el contacto con esos niñitos tan necesitados de un maestro que los quiera, que los acompañe, que los entienda. Y que les dé amor, sobre todo.

Los recuerdo a todos. Tengo pérdida de memoria porque los años vienen y son así. Pero los recuerdo a todos tan vivamente. Y los veo. Hace poco vinieron a un acto de la televisión también algunos de ellos. Ya son abuelitos. Esos chiquitos a los que había que llevarles todo. No tenían nada para venir a clases. O sea que a veces prepararlos para ir a la placita con la bandera, era todo un acontecimiento. Traerles la comidita para que coman en la escuela. Llevar, cuando creció la población escolar, las sillas, para que los maestros tuvieran más espacio, y enseñarles. Enseñarles todo eso que yo traía como bagaje de estudiante. Porque una cosa es estudiar y otra es estar en el terreno de la escuela que no tiene nada que ver. No sé cómo será ahora, si preparan. Yo caí a una escuelita donde faltaba de todo. Frío, piso de ladrillo. Era una casa antigua. Si se cerraba no había luz. Esas casas tipo chorizo. Y no había materiales. Y me dieron cuatro grados. Tercero, cuarto, quinto y sexto. Recién recibida. A mí nadie me había enseñado eso. Bueno, como los maestros tenemos esa cosa de que o ganamos o ganamos, dividí por filita, por cada grado, lo que era para todos lo daba en conjunto. Pero había que traer material en cantidad porque no tenían. Con qué diferenciar los grados, la enseñanza de acuerdo al curso. O sea, hubo que ingeniarse, pero puse en práctica todo eso tan lindo. Los llevé al club de niños jardineros, Cruz Roja escolar, el retablo de títeres. Les enseñé a hacer títeres, regalitos con cualquier cosa para el Día de la Madre. Y hasta hoy los chicos se acuerdan. Yo a veces les digo, pidiéndoles disculpas a ellos, que fui una maestra de corazón, de amor, pero me equivoqué porque yo enseñé la historia oficial. Los libros no contaban la historia verdadera. Roca era fantástico. Y todo lo demás, como de las páginas en blanco de las que no se hablaba. Y una de estas niñas, hoy abuelas, cuando yo fui a la escuela, que ya no es la misma porque Las Láinez ya no existen, me dice: “No, usted fue para nosotros una maestra muy buena porque nos dijo siempre las Malvinas son argentinas”. Y es cierto.

Y bueno, qué decir de la escuela de hoy, que también hay que luchar. Y vamos a tener que seguir luchando por muchas generaciones más porque no es acá solamente, es en el mundo. Que hay carencias, que no se reconoce el trabajo del docente. El nuestro era diferente. No se puede pensar en un país del primer mundo que van, enseñan y vuelven a su casa. Nosotros llevamos al chico a nuestra casa, con las preocupaciones del chico, pensando qué podemos hacer por él al día siguiente; qué más necesita. La necesidad del alumno, el maestro la arrastra aún durmiendo, se desvela, no es una cosa que se pueda cortar y pensar en otra cosa. Siempre se piensa en ese chico.

Y bueno, por suerte, porque cuando yo ejercía la docencia no había gremios, nace Ctera en el 73, calculen ustedes, yo empecé en el 51, no había nada. Era lo que decían que había que hacer, y había que hacerlo. Además estábamos acostumbrados a ser obedientes. Dictaduras militares desde el 30, calculen. Nos educaron así. Y vino la época de la rebelión.

Por suerte estamos en la época de la rebeldía y de la rebelión. Y hay que ejercerla a esa rebelión, con el derecho que nos cabe, de la mejor manera posible. Siempre pensando en el alumno, en el chico, en que no pierdan ellos el respeto por la escuela y el maestro. Al contrario.

Yo creo que la lucha es ésa. Las Abuelas somos parte de eso, como maestras. Lo son algunas, otras son amas de casa, profesionales, 37 años de lucha, buscando esos nietos robados. Buscando la Memoria, la Verdad y la Justicia. Y hay un empecinamiento ciudadano. Todas somos maestras. Todas damos lo que podemos. Todas hacemos lo que creemos que hay que hacer. Y hacerlo con el respeto que merece el otro. Y siempre con una palabra que debe ser fundamental, que es el amor, el amor por el otro. Y el respeto.
Entonces se va abriendo un camino y tenemos la democracia más larga de nuestra historia. Y hay que cuidarla. Y los maestros tenemos en eso una responsabilidad enorme.

Porque estar acá estos niños, estos jóvenes, estos futuros presentes, que fíjense el trabajo maravilloso que han hecho. Entonces, son los que nos dan fuerza para seguir. Porque el relevo está presente. Porque van a seguir siendo buenos compañeros, estudiantes buenos, respetuosos, y juntos. Siempre hay que unirse para hacer cosas buenas.

En Abuelas nada se hace en soledad. Yo soy una más. No soy sólo lo que dice esta placa que me emociona, que lo tomo con mucho cariño y agradecimiento. Somos un grupo de mujeres, que muchas ya se han ido, y algunas sin abrazar a su nieto. Yo rogué no irme de este mundo sin abrazarlo. Y recibí el premio de abrazar a Guido, maestro. No es extraño que sea maestro. Trae de papá y mamá, la música, la enseñanza, hay cosas que nadie puede borrar, que es la genética y lo que se trae, y sobre todo es, quienes lo conocen, han vivido donde él vive, saben cómo es. Es una persona buena, sana, íntegra. Y tenemos un camino para recorrer ahora, familiar, pero también del país.

Fíjense, que ya hemos encontrado 115. Él es el 114, y los anteriores también fueron encuentros maravillosos. Pero qué pasó con el encuentro de Guido, que todos lloran, nos abrazamos, decimos: necesitábamos esa buena noticia. Necesitábamos saber que no es en vano la lucha y que hay que seguir caminando con la frente alta y el paso seguro porque las cosas llegan. Y eso es lo que nos tiene que mover.

Y así somos los maestros. Por eso hoy acá, aparte de decirles gracias, les digo que me siento con ustedes más maestra que nunca. Muchas gracias.-